Cada año, durante la primera semana de agosto, se celebra la Semana Mundial de la Lactancia Materna, una iniciativa impulsada por la Alianza Mundial pro-Lactancia Materna (WABA, por sus siglas en inglés), con el apoyo de la OMS y UNICEF.

Esta campaña tiene como objetivo visibilizar los beneficios de la lactancia, promover entornos que la protejan y apoyen, y reivindicar políticas públicas que faciliten su práctica desde el nacimiento.

En este sentido, en España el Estatuto de Trabajadores (2015) reconoce, de manera remunerada, el derecho de las personas trabajadoras a “una hora de ausencia del trabajo, que podrán dividir en dos fracciones, para el cuidado del lactante hasta que este cumpla nueve meses”, pudiendo sustituirse, voluntariamente, por “una reducción de su jornada en media hora con la misma finalidad o acumularlo en jornadas completas” (Art. 37.4).

Y lo más interesante de este derecho es que es individual e intransferible, con independencia del sexo del trabajador o trabajadora. Es decir, tanto mujeres como hombres tienen derecho de conciliación por lactancia.

 

El permiso para el cuidado del lactante

Dada la capacidad de las mujeres biológicas de lactar, durante décadas, la lactancia ha estado indiscutiblemente asociada a la figura de la madre. Y, con ello, las políticas públicas sobre conciliación laboral, permisos y apoyos en la materia se han centrado casi exclusivamente en ellas.

Esta concepción no solo excluye muchas realidades, desde familias no tradicionales, conformadas por progenitores/as distintas de la madre biológica (por ejemplo, homoparentales), hasta familias heteroparentales en las que se desea que el padre tome un rol más activo en este proceso. En la práctica, esto implica, obviamente, la negación de este derecho a muchas personas trabajadoras, pero también la asunción única e irremediablemente por parte de la madre biológica de esta carga de cuidados del lactante, consolidando roles de género (madre que cría y padre que sustenta económicamente) así como una distribución desigual de responsabilidades desde los primeros meses de vida de la criatura.

En la actualidad, gracias en gran parte a los movimientos feministas y LGTBI, esta concepción ha cambiado y así se ha reflejado en la normativa. Desde la entrada en vigor del Real Decreto-ley 6/2019, en España ha habido cambios que han establecido un marco más garantista tanto para progenitoras como progenitores:

  1. En primer lugar, atrás quedan el término de permiso de “maternidad” y “paternidad” para referirnos a los permisos relacionados con el nacimiento/adopción/acogimiento, lo cual no solo permite reconocer un abanico más amplio de realidades familiares, sino que también el acceso igualitario a estos derechos de conciliación por parte de todas las personas trabajadoras.
  2. En un segundo lugar, estos derechos no solo se homogenizan para la madre biológica y progenitores/as distintas a la misma, sino que también se convierten en individuales y no transferibles, lo cual permite una conciliación más corresponsable que trata de romper con esos roles tradicionales de género y la distribución desigual de las tareas de cuidados.

No obstante, lo dicho, todavía hoy se encuentran barreras de tipo sociocultural que cuestionan o dudan de la pertinencia del “permiso por lactancia” para personas diferentes a la madre biológica.

Una visión tradicional que persiste: El binomio “lactancia = madre biológica”

Si bien históricamente la lactancia ha estado indiscutiblemente asociada a la figura de la madre por su capacidad biológica para lactar o dar el pecho, actualmente esta asociación es tanto incoherente como injusta, desde una perspectiva sociolaboral.

Incoherente en tanto que los avances biotecnológicos ya permiten, en caso de tener la capacidad de lactar y así se decida, extraer y almacenar adecuadamente leche materna, de modo que una persona distinta a la madre biológica pueda alimentar a la criatura con ella; y, en segundo lugar, en caso de que la lactancia materna no sea una opción (ya sea por incapacidad o decisión propia), permiten la creación de fórmulas de leche sintética seguras, nutritivas y adecuadas para el desarrollo del lactante.

E injusta por varias razones:

  1. Para el otro progenitor/a: porque, sin intención alguna de deslegitimar ni demeritar el vínculo especial que se crea entre la madre biológica y el/la bebé a través del acto de amamantar, la participación activa del otro(s) progenitor/a(es/as), en este caso, en la alimentación de la criatura desde su nacimiento, les permite asimismo construir su propio vínculo.
  2. Para la madre biológica: porque, a aquellas que tengan la capacidad y decidan lactar, las obliga a asumir la carga/responsabilidad exclusiva de dar el pecho, imposibilitando la corresponsabilidad.
  3. Para la madre biológica que no tenga la opción o decida no lactar, así como para el otro progenitor/a: porque, si el “permiso por lactancia” se restringe al acto de “lactar o dar el pecho”, a estas personas no se les permitiría acceder a dicho derecho, lo cual resultaría en una clara desigualdad laboral.

Afortunadamente, la normativa española ha superado con creces este binomio o asociación más tradicional, permitiendo el avance en esta materia. En el Estatuto de Trabajadores se habla del “derecho de las personas trabajadoras para el cuidado del lactante”, entendiendo la lactancia como un concepto amplio que comprende los cuidados concretos que necesita el lactante durante sus primeros meses de vida.

Esta conceptualización normativa más amplia de la lactancia pretende conseguir:

  1. la igualdad de derechos laborales en materia de conciliación de la vida personal, familiar y laboral;
  2. un ejercicio más corresponsable de dichos derechos;
  3. y, en última instancia, la ruptura con los roles de género tradicionales ligados a la maternidad/paternidad y la crianza.

Sin embargo, el reconocimiento legal de los permisos por cuidado del lactante tanto para mujeres como para hombres, por sí solo, no resultará de forma directa en una mayor corresponsabilidad.

 

Otras barreras y prejuicios de género

Entre las principales causas que dificultan que los hombres ejerzan el permiso por cuidado del lactante en la misma medida que las mujeres destacan:

  • Desinformación: muchos desconocen que este permiso es un derecho individual, intransferible y retribuido que pueden ejercer al margen de si la madre lo disfruta o no.
  • Temor a represalias laborales: persiste el miedo a ser vistos como menos comprometidos con el trabajo o a sufrir consecuencias en su carrera profesional al solicitar este tipo de permisos.
  • Presión social y estereotipos: se espera de los hombres que su papel sea el de proveedor económico más que el de cuidador presente implicado activamente en los primeros cuidados del bebé, ya que, siguiendo los estereotipos de género, los hombres tienen un rol secundario en la crianza, siendo el cuidado responsabilidad de las mujeres.
  • Lenguaje y cultura institucional: el uso de términos como “permiso de lactancia” alimenta la idea de que se trata de un derecho exclusivo de quien amamanta (las mujeres), invisibilizando el papel del padre.

Estas barreras perpetúan un modelo de reparto desigual de los cuidados desde los primeros meses de vida y dificultan el avance hacia una verdadera corresponsabilidad. Cambiar esta realidad pasa no solo por contar con un marco legal igualitario, sino por transformar las mentalidades y las estructuras sociales que sostienen estos prejuicios.

 

Hacia una corresponsabilidad real

La lactancia no es solo una función biológica importantísima desde una perspectiva médica y afectiva: es un acto de cuidado que también requiere corresponsabilidad.

Hoy la ley ampara el derecho de los hombres al permiso por cuidado del lactante. Ahora es necesario que lo ejerzan en igualdad con las mujeres, como parte de su responsabilidad como padres y cuidadores.

Para construir una sociedad más igualitaria, diversa y justa, es esencial que el cuidado deje de ser visto como una tarea femenina y pase a entenderse como una responsabilidad compartida. Porque cuidar no es cosa de mujeres: es de todas las personas que crían, desde el nacimiento, con compromiso y presencia activa.